Había algo de masculino en ella, debo confesar que era lo que más me atraía. Después de años de tratar y tratar, me había cansado de las mujeres complicadas, algunos consideran el género femenino como sinónimo de complejidad, pero no lo es en todos los casos.
Pero quiero hablar de aquellas que sí son complicadas… sí de esas mujeres que arman un drama por todo: por lo que haz hecho, por lo que no haz hecho, por lo que dejaste de hacer, por lo que intentaste hacer pero no te salió, por lo que piensas hacer. Cada una de tus acciones, pensamientos e intenciones están bajo su lente escudriñador. Sinceramente ya estaba cansado.
Encontrándome en este estado fue cuando la conocí…todo se dio fácil… era casi un sueño; temiendo despertar solo y con el malestar le propuse nos fuéramos a vivir juntos, no podía dejar ir a aquella belleza, quien tomaba cerveza como cosaco, eructaba sin pudor y más importante su mente estaba libre de malos entendidos, disculpas, dramas y reclamos…debía de estar soñando esto no puede ser verdad.
Pero lo era… y como soy un hombre de pocas palabras voy a ir directo al punto, pasé los tres años más felices de mi vida, para ser un sueño pues no estaba nada mal. ¿Mencioné que ella es honesta? y no me refiero a las personas que se dicen honestas por compromiso, ella lo era en cuerpo y alma. Algunas veces podía ser dolorosamente honesta… nada más no me esperaba lo que estaba por venir.
Un día sin más me vi fuera del apartamento que compartíamos, respiraba con dificultad y pensé que en ese mismo instante iba a morir de rabia.
Una voz en mi cabeza me decía que todo iba a estar bien, que en realidad aquello no estaba ocurriendo, yo estaba enamorado hasta los huesos, a veces dolía sentir tanto amor.
La misma voz me dijo que caminara que si caminaba me iba a sentir mejor, traté de respirar, tomaba aire con mi nariz pero me salía por la boca no lograba retenerlo, veía todo…la vida, la calle, la ciudad como sino estuviera ahí, lo veía todo como si lo estuviera recordando, me desdoblaba eso era… me estaba desdoblando.
Pasé por un puesto de flores, compré rosas…muchas…para ella…todo el dinero que traía en el bolsillo. A todas las mujeres les gustan las rosas me dijo la señora que me las vendió, yo sólo le dije: - sí, ¿verdad?.
Ahora con mis flores la tenía que enfrentar. Caminé de vuelta pensando que debía de haber un error, sí un malentendido eso debe de ser, después de todo ella era mujer y algún día debía de haber uno, pero la voz me decía: - no te hagas pendejo sabes que no es así, ella fue clara.
Toque a la puerta, me sentía ajeno, llevaba la llave en mi bolsillo, ella abrió la puerta tranquila con una mirada de preocupación cuando vio las flores que cubrían mi cara. – No me hagas esto por favor, sólo te estoy siendo sincera. Además desde que empezamos lo dijimos, no sé por qué estás reaccionando así, no es nada…nada.
Algo me hizo click en la cabeza. Ella tiene razón, sí… lo dijimos no una vez… mil veces, a qué puta hora le dije que sí. Dejé las flores sobre la mesa, ella estaba compuesta mirándome extrañada, nunca se espero mi reacción. Mi cabeza no me daba para decir nada inteligente, lo único que atinaba a decir eran te quieros en una medida de desesperación.
Ella me decía: - yo también te quiero. Lo que te estoy diciendo no tiene nada que ver con el amor que te tengo.
Cierto…lo sabía digamos a nivel intelectual, pero vamos a nivel carne me volvía loco me hacía rabiar, si hubiera podido hacerla pedazos cada vez que lo repetía lo hubiera hecho lo que quería era reducirla a nada, no podía aguantar el dolor que me hacía sentir su honestidad.
Ella me hablaba despacio para hacerme entrar en razón: -Yo te quiero, pero si quiero hacerlo. Es sólo para experimentar y para no sentirme encerrada en esta relación, lo único que te pido es un respiro nada más. Yo pensé que estabas de acuerdo con la idea. Lo hablamos mil veces y tú me dijiste que sólo te avisara que hasta te latía la idea de participar, y ve cuando lo hago te vuelves loco y hasta flores me traes.
En lugar de calmarme, más me encabroné…estallé: - Pues sabes qué, ya lo pensé y no, no estoy de acuerdo y hazle como quieras, nadie a mi me va a venir a ver la cara de pendejo.
Ella blanca sin saber con quien estaba tratando me gritó: – pero tú me dijiste. – Si ya sé pero ya cambié de opinión. Levanté mi mano, la señalaba amenazante, - óyelo bien, nadie…nadie mientras yo viva se va a coger a mi vieja. Después de decirlo me sentí mucho mejor.
Fabiola
Mayo 2005.
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